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AÚN HAY MÁS

Por Edgardo Cabrera
 

A la legión morelense y su principal exponente se le siguen acumulando las denuncias, ahora resulta que un ex directivo de la Secretaría del Medio Ambiente puso al descubierto presuntos actos de corrupción, abuso de autoridad y mala utilización de recursos, los mismos que ya fueron denunciados, pero que inexplicablemente las instancias se han hecho de la vista gorda.

Se trata del Luis Eliseo Arteaga Uribe, quien se desempeñaba como jefe del Departamento de Asuntos Contenciosos y a quien lo corrieron por no acceder a actuar como cómplice de una serie de anomalías relacionadas con inspección y otorgación de permisos en materia ambiental, así como otros trámites irregulares y malas actuaciones de funcionarios que observó en su momento.

Pese al despido, se negaron a pagarle una indemnización que por ley le corresponde, de ahí que el ex funcionario interpuso una serie de demandas ante al Tribunal de Conciliación y Arbitraje, Función Pública, Órgano de Fiscalización Superior, y Fiscalía Anticorrupción.

Pero no es lo único, evidenció que la Secretaría de Medio Ambiente y la recién creada Procuraduría de Protección al Ambiente está plagada de personas oriundas del estado de Morelos, los cuales no tienen mayor interés en trabajar a favor de los tlaxcaltecas.

LOS MISMOS

Con la novedad que en aquello de la “reingeniería” de la administración pública, que no es más que engordar el aparato burocrático para darle “bienestar” a la parentela, el lorenismo regresó al viejo esquema del Patronato de la Feria de Tlaxcala.

Recordemos que, en el gobierno anterior, para ahorrar recursos, se determinó que el secretario de Turismo en turno se hiciera cargo del Patronato, así, incluso, operó en las dos primeras ediciones de la Triste Historia, sin embargo, ahora determinaron regresar al esquema de la “soberanía” del millonario negocio de la feria que, vale recordar, la familia Cisneros es la que lleva más años lucrando con ella, que no se olvide, lo mismo en el régimen del PRI que ahora en Morena.

El tío no la ha querido soltar, incluso se valió en algunas administraciones priístas del uso de un subordinado, aquel del nombre de detergente, para controlar el bisne, pero no solo eso, cuando no tuvieron las riendas siguieron lucrando con algunos espacios, como el siempre selecto, costoso y politiquero restaurante de Cabaña.

Pues ahora nos enteramos que la hermana de la mandamás será quien se haga cargo de lo que ya es un gran negocio familiar, es decir, no solo sueñan con su medio metro para transportar a sus clientecitos a uno de sus dos colegios ubicados en el boulevard Guillermo Valle, sino que quieren ampliar la riqueza del clan en las próximas cuatro ediciones de la feria que les restan.

Y es que no quisieron conformarse solo con el festival de paellas, aquel de los boletos a precio del concierto de Luis Miguel, aunque en este caso fue para ver a una leona dormida y comer un plato de arroz estilo valenciano, pero eso sí, con la gran “oportunidad” de pasar al besamanos para agradecer por el empleo o negocio recibido, porque en su mayoría, los asistentes fueron burócratas y empresarios obligados a “hacerles el gasto”.

Por cierto, no solo es la hermana de la mandamás la beneficiada con el negocio, también aparece un poblano ladino de la pluma, mentiroso, deudor alimentario y esclavo del alcohol que se enojó porque el año pasado no accedieron a su extorsión por los supuestos servicios publicitarios de este ruin personaje, por lo que ahora pidió el negocio completo y le concedieron el capricho en colusión con su brother de borracheras y regidor capitalino.

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